Las fuertes lluvias caídas durante las últimas semanas en el sudeste asiático han generado graves inundaciones en Myanmar, que han dejado ya más de 100 muertos y 1,2 millones de afectados. La obra Salesiana de Kalay, en el estado de Chin, se encuentra en una de las zonas más devastadas por las inundaciones, pero milagrosamente no ha sufrido daños. La comunidad ya está entregando las primeras ayudas de emergencia y realizando planes para ayudar a las personas afectadas con iniciativas a medio y largo plazo.
Las zonas más afectadas en Myanmar son las de Chin, Rakhine, Magway y Sagaing, para las que el gobierno birmano ha declarado la zona catastrófica. Los misioneros salesianos en el país se han unido a las autoridades locales (tanto civiles como religiosas) para prestar un servicio de asistencia más efectivo a las víctimas y están estudiando la mejor forma para llegar a los más necesitados directamente y mantener la ayuda a medio y largo plazo.
"Hemos formado un comité para ayudar a las víctimas en el reparto de alimentos. Habrá cinco salesianos colaborando con las autoridades locales, tanto civiles como de la Iglesia, ya que los daños causados por las inundaciones son, además de la pérdida de vidas humanas, todas las propiedades, incluidos los cultivos, arroz y maíz, que son la principal fuente de ingresos una vez al año", asegura el salesiano Charles Saw.
"La dimensión de la devastación es enorme. En una región crónicamente pobre, los habitantes han perdido todo y se han convertido en desplazados. En muchos pueblos se necesita con urgencia ayuda para sobrevivir"
Charles Maung Bo, cardenal salesiano, arzobispo de Yangon.
En un comunicado emitido el pasado martes, el cardenal salesiano expresaba también quese necesitan con urgencia alimentos y suministros médicos para ayudar a las miles de personas afectadas por las inundaciones en el Rakhine, Chin y Sagaing.
El prelado también llamó especialmente la atención sobre la situación en el estado de Rakhine, que ha sufrido en los últimos años violentos conflictos religiosos y ya era el hogar de al menos 100.000 personas desplazadas, en su mayoría musulmanas, que viven en campamentos temporales. "Ahora su agonía se ha visto agravada por la furia de la naturaleza. El número de muertos va en aumento, y se está extendiendo entre los refugiados el hambre y la vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas", dijo el cardenal salesiano en su mensaje.